Revue

Roland

Barthes





n°2 - Barthes à l'étranger > octobre 2015




Ester Pino Estivill

La recepción crítica de Roland Barthes en España y Argentina

[Anexo bibliográfico]


Podría afirmarse: ein Gespenst geht um in Europa-das Gespenst des Barthes. Sí, como si fuera un fantasma que recorre, como aquel temible Gespenst (la palabra es alemana: en inglés es ghost, en español fantasma) ya no el continente europeo, sino otra geografía: en este caso, el continente discursivo de la crítica argentina[1].

La cita pertenece a la reseña que Enrique Foffani dedicó a la antología Las operaciones de la crítica (1998), coordinada por Alberto Giordano y María Celia Vázquez. En ella se reúnen diferentes artículos que dan prueba de las diversas tendencias de la crítica literaria argentina de las últimas décadas: autores como Jorge Panesi, el mismo Alberto Giordano, Miguel Dalmaroni, Judith Podlubne o Nicolás Rosa ponen en debate la función de la crítica literaria y cultural argentina desde los años sesenta hasta la actualidad. Nuestro interés se despierta al ver que la mayoría de las propuestas de esta antología citan a Barthes, con el añadido, tal y como señala Foffani, que en aquellos textos en que Barthes no es citado « no sería arbitrario afirmar que también allí Barthes aparece ».

Esta aparición espectral de Barthes en la crítica argentina parece contrastar con la « recepción silenciosa » de la que habla Luis G. Soto en su estudio de 1998 sobre la recepción de Barthes en España:

Como foi recebido Barthes na cultura española? Quais fórom as respostas –as lecturas e os comentários– aos seus textos? Sumariamente, pode dizer-se que houvo inter nos umha ‘recepçom silenciosa’: dumha parte, porque hai relativamente poucas pulicaçons sobre Barthes; e, doutra, porque nom houvo ‘ruído’: nengum escándalo por causa dos seus textos [2].

¿Recepción fantasmática o silenciosa? Podría parecer casi lo mismo, porque los fantasmas, según se dice, no hacen ruido; tal vez, como mucho, susurran. Pero si los fantasmas tienen una particularidad es la capacidad de aparecer en cualquier momento: tal y como dice Derrida en Spectres de Marx, el espectro está sin estar y puede irrumpir en nuestro presente desquiciando el tiempo.

Es desde esta idea de espectralidad desde la que puede entenderse la recepción de Barthes en los dos países hispanohablantes que más lo han citado y editado: Argentina y España. Pero: ¿es posible seguir las huellas de un fantasma sigiloso? Excepto alguna mención al Quijote y alguna reseña sobre la obra del escritor cubano Severo Sarduy[3], poco dijo Barthes de la literatura y la cultura hispánicas. Tampoco visitó la América Latina y sólo se sabe de una visita al Instituto Francés de Barcelona, en 1969, que pasó más silenciosa que nunca[4]. Urt, allí donde pasaba los veranos, está sólo a unos pocos kilómetros del País Vasco, pero eso tampoco lo llevó a acercarse al país vecino.

Esta relación tan tímida de Barthes con la cultura hispánica parece traducirse en la mencionada recepción silenciosa española. A veces, Barthes aparece presente, porque es muy citado, pero quizá no suficientemente leído. Otras veces, sin embargo, su presencia aparece en forma de ausencia: la muerte del autor y el Roland Barthes par Roland Barthes han marcado considerablemente algunas de las novelas autobiográficas de la literatura española de los últimos años, pero los escritores difícilmente han reconociendo su deuda.

De un lado, la recepción académica de Barthes no ha dejado tampoco muchas pistas, sobre todo porque tanto en España como en Argentina el desarrollo de los estudios literarios universitarios ha venido marcado por el orden de los acontecimientos políticos. La dictadura franquista, de 1939 a 1975, y las dos dictaduras militares en Argentina, de 1963 a 1973 y de 1976 a 1983, tuvieron como consecuencia que la recepción de las teorías extranjeras –incluida la de Barthes– se realizara a través de grupos de estudio (en muchos casos clandestinos) o de editoriales marginales que trabajaban al margen de la institución. A partir de los años ochenta, la democratización de la universidad y el desarrollo económico propiciaron una apertura investigadora que permitió el acceso a teorías extranjeras. Sin embargo, fue entonces cuando se intensificó una lucha por la hegemonía en el campo literario, sobre todo en España, lucha que tuvo como origen una refutación a la crítica estructural, de la que la obra de Barthes, como veremos, fue víctima.

De otro lado, seguir la recepción editorial de la obra barthesiana es también un mundo lleno de misterios. La mayoría de sus libros, publicados en Siglo XXI, editorial que se creó en Buenos Aires, fueron reeditados a posteriori en España y en México. Los tres países comparten desde hace décadas los derechos de edición, hecho que imposibilita saber en algunos casos de qué país ha salido la primera edición de las obras de Barthes. Para ello sólo me he podido apoyar en la nacionalidad de los traductores, en su mayor parte argentinos.

Ante las lagunas, mi trabajo se propone reconstruir la recepción crítica de Barthes a través de tres preguntas: ¿Qué llega? ¿Cómo se lee? ¿Qué posibilita? Así, por encima de la recepción académica y editorial, y sin dejar de apoyarme en ellas, he creído más indicado realizar un rastreo de las huellas barthesianas a partir de las dos actividades que marcaron su obra: la de crítica y la de la escritura; es decir, a través de los críticos y los escritores españoles y argentinos. Entre el Barthes fantasma que recorre la Argentina y el Barthes silenciado por la sombra del franquismo en España, aquéllos quienes debatieron cómo acercarse al texto literario y citaron a Barthes por el camino son los únicos que pueden mostrarnos algunas de las infinitas maneras de leer su obra.



Barthes, bajo la sombra española


Barthes, a España, llega tarde, de forma anacrónica y en barco desde Argentina. En 1967, Seix Barral, una editorial especializada en literatura que pretendía seguir las últimas corrientes novelísticas – sobre todo la del Nouveau Roman – edita el primer libro de Barthes en España: Ensayos críticos (Essais critiques). A este libro le seguirá la edición en catalán de Crítica i veritat (Critique et vérité) en 1969, traducida por Jaume Vidal Alcover (la edición en español se publicará en Argentina en 1972) y la traducción de Elementos de semiología (Éléments de sémiologie) en 1971, en la editorial Alberto Corazón. En cierta manera, la publicación de estos tres libros va a marcar la recepción posterior de Barthes en España. Por un lado, algunos de los artículos de Essais critiques, fundamentalmente los que tratan del arte político de Brecht, despiertan el interés de la crítica española. Por otro lado, entre los escritores llaman también la atención las críticas consagradas a Robbe-Grillet. Sin embargo, esta tendencia va a verse rápidamente barrida por las necesidades del campo intelectual español. Si bien Robbe-Grillet es un punto de interés – en 1963 se celebran unos coloquios internacionales sobre ‘Realismo y realidad en la literatura contemporánea’ en los que el Nouveau Roman es uno de los puntos clave del debate – bien pronto acaba haciéndose patente que su propuesta literaria no se adapta a la narrativa realista que se busca elaborar en España por aquellos años. En una crónica anónima de la revista Ínsula se explica lo siguiente:

frente a esta tendencia de un arte individual, inventor, no sometido a las necesidades y exigencias de una sociedad, los partidarios del realismo social – Celaya, Sastre, López Pacheco y otros – sostuvieron – aunque matizando cada uno su posición– que este arte experimental – cuyo ejemplo máximo es hoy en Francia el Nouveau Roman – será lítico en todo caso en aquellos países de pleno desarrollo social y cultural, pero no en aquellos otros en que las circunstancias históricas y el atraso del desarrollo social exigen del escritor un arte realista, comprometido con su época y con su país[5].

En efecto, la experimentación del Nouveau Roman, de la que Barthes es difusor, no acaba de articularse con el programa de literatura comprometida que diseñan los escritores españoles. Ya el escritor Juan Goytisolo, residente en París durante los años sesenta y lector de la teoría literaria francesa – Barthes incluido[6] –, intentó aclarar las causas del abismo teórico entre la literatura francesa y la crítica española, manifestando el deseo de inscribir en la literatura española la exploración barthesiana de la « réalité irréelle du langage[7] ». Esta espera en forma de paréntesis pone de relieve la no recepción de la problemática del lenguaje abierta por Barthes en Le Degré zéro du langage, que no llegaría a España hasta 1973, gracias a la traducción realizada por Nicolás Rosa en Argentina en 1967. De hecho, en el contexto de la transición democrática, y ante el deseo de una parte del campo intelectual de recuperar la historia ensombrecida por el franquismo, se funda la idea de que la pérdida de los valores del campo intelectual español se debe a la influencia de las teorías de Barthes, Derrida y Foucault. Entre los escritores españoles, Barthes era más observado con sospecha que con reconocimiento. Si la nueva narrativa francesa no acabó de crear tendencia entre la novelística española, difícilmente podían ser consideradas las reflexiones de Barthes, quien diría que Robbe-Grillet se servía de la descripción de los « objets pour en expulser l’homme[8] ». De hecho, el paréntesis en espera de la literatura irrealista dejado por Goytisolo no se restablecerá nunca y el primer Barthes de Le Degré zéro de l’écriture y de Mythologies, cuyas lecturas son básicas para entender la evolución de su obra, quedarán en la sombra. Durante los setenta, en España parece salvarse sólo un Barthes, el que lleva a la teoría y a la práctica la actividad estructuralista. Pero esta recepción de Barthes, como veremos enseguida, va a estar también más marcada por los desacuerdos que por los acuerdos.

Qu'est-ce qu'est la critique ?


Varios análisis sobre la teoría y la crítica de la España de la segunda mitad del siglo XX dan cuentas del atraso teórico que padecía el pensamiento literario español. Por un lado, la crítica literaria, hasta bien entrados los años setenta, está marcada por dos líneas de acercamiento a la obra literaria que se complementan: la historia literaria y la estilística. Tal y como explica José Vidal Beneyto, entre los años cincuenta y sesenta, la estilística copa el ámbito de los estudios literarios y Dámaso Alonso, su mayor difusor, ocupa una decidida posición institucional en el campo de la literatura[9]. La estilística es incluso el instrumento de control y administrador del acceso de otros paradigmas científico-literarios y, entre ellos, el del estructuralismo poético. José Luis Martín, por ejemplo, llega a afirmar que « la lingüística es una ciencia y debe permanecer entre sus hermanas las ciencias naturales », mientras que la crítica debe estar « con la ubicación siempre puesta en el valor estético, en el pulso psíquico de la obra[10] ». De la misma manera, críticos reputados como Carlos Bousoño prevalecen la intuición y la sensibilidad del crítico frente a la obra literaria. Esta mirada romántica al texto literario anda muy lejos de los análisis estructuralistas y semiológicos del relato que, pese a que comienzan a verse traducidos al español, se encuentran marginados por el peso de la estilística.

Las primeras obras de Lévi Strauss, Eco o Goldmann aparecen en editoriales pequeñas, como Alberto Corazón, Comunicación, Istmo o Martínez Roca, de forma contra-institucional. Poco a poco, gracias a la labor de estas editoriales y de algunos viajes de estudiantes al extranjero, un pequeño sector de la crítica española inicia la exploración de teorías ajenas. Lukács, Goldmann, Sartre o Barthes comienzan a ser leídos durante los sesenta, de forma desordenada, por un sector de profesionales que quieren renovar el campo de la crítica española, tan copado de positivismo. Tal y como comenta José María Pozuelo Yvancos, por aquellos años, en España « escructuralismo y marxismo van unidos, frente al positivismo. Las primeras lecturas estructurales no van en contra de la sociología[11] ».

Es en este clima en el que cabe emplazar la recepción del Barthes estructuralista. Si bien la concepción de la literatura como « la conscience même de l’irréel du langage » no había abierto una vía de exploración entre los escritores españoles, los artículos « Les deux critiques » o « Qu’est-ce que la critique? » (ambos de 1963) parecen tener una buena recepción. La reflexión barthesiana sobre el trabajo crítico permite fortalecer, a inicios de los setenta, el posicionamiento de algunos críticos formalistas y estructuralistas españoles frente a la supuesta neutralidad de los estudios literarios institucionales. Otra de las razones del seguimiento del trabajo semiológico y estructuralista de Barthes durante estos años está en el hecho de que la terminología estructural escapa a la censura. Pero, aún así, la obra barthesiana padece rápidamente de la sospecha recelosa que la crítica de tradición estilística profesaba hacia el estructuralismo. Vidal Beneyto explica de qué manera el peso de la estilística provocó un establecimiento tardío de los estudios estructurales, durante los setenta. Vicent Tuset ha publicado últimamente diversos artículos en los que analiza cómo el estructuralismo llegó a España con su refutación[12]. En 1975, por ejemplo, Agustín Vera Luján, en su ensayo « Barthes o la utopía textual », realiza un resumen de los formalismos y las limitaciones de los logros obtenidos por la semiótica literaria y analiza la obra del crítico francés subrayando las paradojas de su teoría. Vera Luján valora sus planteamientos teóricos, « en cuanto acaban con el mito de la ‘crítica neutral’ y defienden la necesidad de un lenguaje crítico que se interpone entre la obra y el crítico[13] ». Sin embargo, Vera Luján acaba por infravalorar la propuesta crítica barthesiana, especialmente en sus obras analíticas, por cuanto ésta se desarrolla como un ejercicio de lectura.

Esta valoración y refutación de Barthes parece enquistarse en España. En la tesis de Carmen Martínez Romero dedicada a El pensamiento literario español (1965-1975), la presencia de Barthes es muy menor, restringida al impacto que tuvo su análisis estructural del relato. Martínez Romero explica que « el interés suscitado » se debía al « hecho de que este modelo fuese lingüístico[14] ». Ya en 1971 María Dolores Echevarría había realizado una reseña del número octavo Communications, dedicado al análisis estructural del relato, antes de que apareciera traducido al español. Echevarría, en su reseña, alertaba de « cierta prevención ante la aplicación mimética del modelo lingüístico al análisis literario ». Aunque Echeverría se extendía en la valoración de « la extraordinaria brillantez » de la obra de Barthes, no dejó de insistir en los posibles riesgos de la aplicación rígida de los esquemas lingüísticos, « considerando la literatura como un sistema significativo de segundo grado, emparentado con el sistema lingüístico, pero relacionado también con otros sistemas simbólicos ».

De hecho, si seguimos la caracterización general del panorama crítico-literario en España que realizó con urgencia Miguel Garrido Gallardo en sus Estudios de semiótica literaria (1982), si entre el 1940 y el 1956 predominó la estilística y si entre el 1956 y el 1962 se comenzó a trabajar en una « crítica militante » influida por el sartreanismo y a favor del realismo social, a finales de los sesenta y durante los setenta se cultivarían « los formalismos estructuralistas », etapa « que coincide con el triunfo en la vida pública de los intentos de crecimiento económico y asentamiento del régimen sobre bases de una cierta estabilidad jurídica[15] ». Pero justamente cuando el contexto es favorable, cuando la censura ha prácticamente desaparecido, cuando el mundo editorial español se abre al extranjero[16], precisamente cuando aparece la oportunidad de realizar una crítica cultural solvente, sale a la luz también una lucha por la hegemonía en el campo literario español. Así, a la etapa de crecimiento de la semiología y el estructuralismo literario, la sigue rápidamente

una etapa de revisión de la crítica ‘tecnológica’, en que, a pesar (o a partir) de desarrollos como las teorías del texto y la atención a la pragmática, […] se vuelve a poner de relieve la importancia que tiene la capacidad personal en la interpretación literaria, enlazándose así con los aspectos más positivos de las escuelas filológicas de principios de siglo[17].

La periodización de Garrido Gallardo refleja el breve lapso de tiempo que tuvo el análisis estructural de Barthes para establecerse sustancialmente en la crítica española. Y quizá sea esta fugacidad en la recepción del Barthes estructuralista la causa de la posterior « recepción silenciosa » de Barthes en España. Francisco Rico, catedrático de literatura comparada en la Universitat Autònoma de Bellaterra y uno de los teóricos literarios más valorados, recientemente ha dicho: « yo estudiaba la gramática y los libros de Hjelmslev en la universidad en los tiempos en los que ni Barthes ni Greimas habían leído a Hjelmslev; ni siquiera sabían quién era[18] ». Por otro lado, el escritor y crítico Félix de Azúa, que ya en los setenta refutaba las teorías de Tel Quel, todavía continúa difundiendo hoy su resistencia a la teoría francesa de los sesenta. En 2005, sin ir más lejos, publicó un artículo en el diario El País, titulado « Borrón y cuenta nueva », en el que llegó a fundar la irresponsabilidad política de la España actual en la influencia de Barthes y Le plaisir du texte[19].

El desprestigio a la obra barthesiana viene más marcado por la boutade que por el fundamento teórico. Sin embargo, la simpleza de estas declaraciones es también la muestra de que la obra de Barthes, debido a las necesidades del contexto político, no acabó nunca de arraigar en el campo crítico-literario español. Claudio Guillén, el fundador de los estudios de literatura comparada en España, en su ensayo más importante, titulado Entre lo uno y lo diverso (1985), da cuenta también – esta vez razonadamente – de los acuerdos y los desacuerdos de la crítica española con la teoría barthesiana. Para Guillén, « los pronunciamientos de Kristeva y de Barthes » no dejan de tener un « carácter autoritario y monolítico ». La teoría textual como cumbre del cambio epistemológico, tan alejada de otras perspectivas, es vista como un discurso totalizador, que se agota en sí mismo y que, por tanto, acaba despertando reticencias:

Si las teorías mejores se equivocan, por ser falibles y rectificables en el futuro, según explican los filósofos de la ciencia, las teorías absolutas han de equivocarse absolutamente. La construcción especulativa ex principiis se reconoce por el uso del giro ‘todo A es B’, o ‘todo A consiste en B’, como por ejemplo: ‘tout texte est un intertexte’; o ‘tout texte se construit comme mosaïque de citations’[20].

Finalmente, la teoría barthesiana del texto no acabó de integrarse en la crítica española, que manifestaba por lo general un interés mayor en otras aproximaciones a la obra literaria, ni entre los escritores, que buscaban nuevas vías narrativas para rejuvenecer el realismo literario. Sin embargo, cabría esperar a un foco de escritores catalanes, que harían del texto, tras la muerte de Franco, un lugar de experimentación y de renovación de la cultura.

Barthes y Barcelona


La primera edición de Critique et vérité aparece en Cataluña y en catalán en 1969. Si consideramos el bajo nivel económico del sector editorial, la censura del catalán y el atraso teórico del pensamiento crítico español, la iniciativa de la publicación resulta todavía más sorprendente. Esta edición recoge además el prólogo que Barthes escribió para la edición italiana de Critique et vérité en Einaudi. La crítica de Barthes dirigida a la rigidez de la crítica institucional y al discurso censurador de Picard pudo despertar el interés de algunos intelectuales opositores al régimen dictatorial: en efecto, el « étrange lexique de l’exécution[21] » usado por Picard para desacralizar a la nueva crítica (« saugrenu », « aberrant », « pathologique », « forcené », « effarant ») podía dar lugar a ciertos paralelos de lectura con el léxico usado por el discurso franquista, represor de la moral de la época.

El trabajo de Barthes por independizar la tarea del crítico abrió nueva vías en un sector de la crítica catalana. En este sentido, cabe destacar la declaración de intenciones que realizó Josep Maria Castellet en Iniciació a la poesia de Salvador Espriu, de 1971, con la que dejaba a su vez atrás la concepción sartreana del compromiso literario: « Tota crítica – diu Roland Barthes - ‘ha d’incloure en la seva exposició (...) un discurs implícit sobre si mateixa; tota crítica és crítica de l’obra i crítica d’ella mateixa[22] ». En su pregunta sobre la función de la crítica, Barthes le permitió a Castellet superar la confusión teórica sufrida en la crítica catalana hasta el momento. A partir de entonces, el crítico dejaba de vertir su teoría para decir la verdad de la obra para seguir « l’aplicació artesana de les tècniques enunciades per Barthes a ‘L’activité structuraliste’ (dins Essais Critiques) », con la que se abría « una possibilitat que, al capdavall, resultaria fecunda: es tractava de reconstruir l’objecte, després d’una minuciosa descomposició en parts[23] ». En efecto, ya no se trataba de usar un método rescatado de las corrientes críticas extranjeras, sino de intentar

establir un mèdote propi, probablement integrador i obert, que ens permetés d’enfrontar-nos a qualsevol obra amb la seguretat que les ‘qüestions del mètode’ ja no serien un obstacle sinó una ajuda, ajuda que ens permetria de dur a terme aquest ‘simulacre de creació de l’objecte’ que Barthes considera com un dels objectius d’una crítica creadora[24].

Castellet inauguraba así en el campo teórico-literario catalán una crítica que, procediendo como la literatura de creación, buscaba sentirse autónoma frente a los discursos institucionales y libre en cuanto al uso de las recientes tendencias teóricas.

En 1973, Cataluña traduce de su propia mano Le Degré zéro de l’écriture. Los traductores al catalán son el poeta Miquel Martí Pol y el especialista Jem Cabanes, y de los Nouveaux essais critiques, Concepció Ciureneta. De esta traducción se desprenden dos puntos importantes: por un lado, en la traducción catalana se halla la diferenciación saussuriana entre « parole » y « langue », mientras que en la edición de Rosa « parole » es traducida por palabra « palabra » (‘mot’), hecho que, como destaca Soto[25], convierte a la obra de Barthes en un texto incomprensible. El mejor dominio del francés en Cataluña, gracias a la cercanía geográfica y al contacto lingüístico – el catalán y el francés comparten muchas estructuras sintácticas y se aproximan en muchos campos semánticos – pudieron permitir una recepción de Barthes más fluida; una recepción que no pasaría por el Atlántico, sino que simplemente sólo tenía que atravesar los Pirineos.

En segundo lugar, es importante considerar el hecho de que la traducción al catalán fuera realizada por un poeta, Miquel Martí i Pol. En Cataluña se produce una recepción particular de Barthes, no sólo entre la crítica, sino sobre todo entre los escritores y los artistas. En 1969, Barthes realiza una visita al Instituto Francés de Barcelona, en la que participan varios poetas, como Gabriel Ferrater, artistas y críticos de arte, como Alexandre Cirici. Es el mismo Cirici quien realiza un reportaje sobre la conferencia de Barthes, en el que señala: « la seva disciplina artística resta utilíssima per a la nostra problemàtica, que de fet és una problemàtica general de la forma, intercanviable des de l’arquitectura fins a la música[26] ». En efecto, la propuesta crítica sobre la forma del significado, y no la búsqueda del significado, interesa entre los artistas de aquellos años.



Archimboldo. Detalle-retrato de Roland Barthes (realizado con una estructura de frutas), en la instalación La confirmación, de los artistas barceloneses David Bestué i Marc Vives (2008)



Roland Barthes en el Instituto Francés de Barcelona in Cirici, Alexandre (1969), « Converses amb Barthes », Serra d’Or, Año XI, nº 113 febrero de 1969, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, pp. 53-55. [leer artículo completo]

Más tarde, tras la publicación de S/Z, Le plaisir du texte y « Texte (théorie du) », el concepto de escritura-lectura y el texto como práctica significante y lugar de caída del sujeto sería seguido, a la vez, por los teóricos y por los escritores catalanes. Así, si por un lado destacan ensayos sobre la teoría textual, el sujeto descentrado, la relación con el psicoanálisis y el papel revolucionario de la escritura, como Por una estética egoísta (1975), de Jordi Llovet, futuro catedrático de Teoría de la Literatura en la Universidad de Barcelona y por entonces uno de los mayores difusores de las teorías de Barthes y de Kristeva, por otro lado esta apertura teórica es seguida por un grupo de escritores que quieren renovar la literatura, y la literatura en catalán. Tal y como puntualiza Pons, « els joves narradors veuen en Barthes no l’analista estructurador de la literatura, sinó el teòric del llenguatge com a lloc de desig, jouissance i diferència[27] ». Así, a mediados de los años setenta, escritores como Biel Mesquida o poetas como Carles Hac Mor comienzan a experimentar con el texto para renovar su tradición literaria. Destaca en este sentido la obra fragmentada L’adolescent de sal, de Mesquida, publicada en 1975, un experimento de novela de formación atravesado por decenas de referencias al concepto de jouissance y a la revolución kristeviana del lenguaje poético. El mismo Mesquida, en 1987, traduce Incidents al catalán: la entrada de Barthes, además de producirse por la teoría del texto como resistencia al poder, llega también por el tema homoerótico. La relación entre el cuerpo y el lenguaje, tan importantes en Le plaisir du texte, supone un revulsivo a la moral franquista, todavía anclada en la época[28]. Biel Mesquida y los críticos Josep-Lluís Seguí y Jaume Melendres generan así un espacio de intertexto que dialoga con Barthes, Kristeva y el psicoanálisis lacaniano. Por otro lado aparecen otros grupos de escritores, como Trencavel o el grupo que gira alrededeor de la revista Tecstual, que experimentan también con el textualismo. Desgraciadamente, buena parte de la crítica de la época considera estos experimentos literarios como irrisorios y no partícipes de la tarea de reconstrucción del catalán literario después de la censura. El tema del nacionalismo acaba chocando con las nuevas técnicas textuales.

Sin embargo, es importante ver cómo finalmente, a través de la pluma de estos autores, la concepción barthesiana de la escritura como práctica significante y, en tanto que significante, subversiva, se explora finalmente en Cataluña. Habría que esperar a 1978 para leer la responsabilidad moral del escritor, a través, de nuevo, de la pluma de Mesquida:

En l’escriptura no hi ha atzar. Si l’escriptor no fa una tria – lligada sempre a una teoria – en fer les seves línies, l’inconscient triarà per ell : la teoria dels sistemes de representació que a Occident dominen des de fa dos segles i que anomenen ideologia burgesa[29].

La influencia del choix moral del escritor con el que Barthes irrumpió en Le Degré zéro de l’écriture, que arremetía contra la concepción sartreana de la literatura comprometida, desvelaría finalmente en Cataluña una nueva concepción ética de la literatura, aquélla capaz de inscribirse en la Historia a base de abrir una fisura en el lenguaje. Y, en un sector del campo intelectual catalán, se difundiría el cambio epistemológico acaecido tras la ruptura del signo lingüístico. Esta influencia tiene entre una de sus consecuencias que, a finales de los setenta, aparezcan varios reportajes sobre Barthes en la revista cultural y política de tendencia marxista El viejo topo[30]. Finalmente, Barthes es considerado por el campo intelectual catalán de aquellos años como un pensador de peso y es colocado al lado de los referentes teóricos extranjeros capaces de dotar de nuevas vías a la crítica de resistencia durante los años del post-fransquismo.

La recuperación académica de Barthes


La sombra española que eclipsaba la obra de Barthes comienza a disminuir a finales de los ochenta. Desde entonces una serie de académicos están trabajando para recomponer las lagunas de la comprensión de sus textos más importantes. La traducción en 1986 y en 1987, respectivamente, de las antologías L’obvie et l’obtus y Le bruissement de la langue, publicadas en Paidós, junto con la evolución de los estudios literarios y de comunicación, despiertan el interés por Barthes, sobre todo dentro de la universidad. Es entonces cuando son leídas « La mort de l’auteur » y la teoría del texto barthesiana. En este sentido, hay que destacar el trabajo de recuperación que realizó Ángeles Sirvent en su libro Roland Barthes. De las críticas de la interpretación al análisis textual (1989), donde da cuentas de la coherencia de la evolución teórica barthesiana con la intención de restituir las incomprensiones de su obra en la crítica española. Este ensayo, explica Sirvent, salió de

nuestra perplejidad (…) cuando observamos los escasos estudios dedicados en nuestro país íntegramente a la obra de Roland Barthes – a pesar de ser un autor al que muchos investigadores citan para mostrar cierta dosis de erudición – lo cual contrastaba, como hemos visto, con su ingente producción[31].

Para Sirvent, el objetivo de abrir una senda de estudios barthesianos, « tarea que, además, prácticamente no se había iniciado en España », radicaba en entender a Barthes desde una « perspectiva liberadora: la textualidad ». A día de hoy, Ángeles Sirvent, en la Universidad de Alicante, dirige uno de los focos académicos que estudia y persiste en el Barthes textualista.

Desde otra perspectiva, cabe mencionar también los análisis realizados por el Grupo semiológico de Oviedo, dirigido por María Carmen Bobes, en los que destaca el uso de los elementos semiológicos barthesianos, o el grupo de la Universidad de Valencia, coordinado por Jenaro Talens, cuyo ensayo Elementos para una semiótica del texto artístico (1978) tuvo también una impronta barthesiana importante.

Destaquemos a uno de los profesores y críticos que ha recuperado más gratamente la evolución de la obra barthesiana, José María Pozuelo Yvancos, quien ha publicado Barthes y el cine, un estudio sobre su autobiografía[32] y un artículo titulado « Crítica y verdad (30 años después) ». En este último texto Pozuelo Yvancos, gran conocedor de Barthes, intenta devolverle a Critique et vérité el estatuto teórico que se merece, libro olvidado a causa de la tendencia a la autofagia y la rapidez de las modas en la teoría literaria, de las que la obra de Barthes, asegura Pozuelo Yvancos, también ha sido víctima:

Por último, cabe señalar que de las siete tesis publicadas sobre Barthes en España, dos se han defendido en la Universitat de Barcelona: Roland Barthes: autoconciencia lingüística, de Concha Fernández Martorell, en 1992, y Una Lectura crítica de la semiología europea : Saussure, Barthes y Prieto, de María Josefa Jovaní Pascual, en 1976. La citada Ángeles Sirvent defendió en 1986 Sistemática y valoración crítica de los postulados lingüístico-literarios de Roland Barthes. El proceso textual, en la Universidad de Murcia. El mismo año, Luis García Soto defendió la tesis Una lectura de Barthes en la Universidad de Compostela. Miguel Mesa Heredia, de la Universidad de Granada, también dedicó una tesis a Barthes en 2002, titulada El deseo de escribir: ética y poética de Roland Barthes. Y este año, 2015, María Ángeles Cervilla Gualda ha defendido Roland Barthes : el grado cero y claves teórica de su obra crítica, en la Universidad de Málaga. Salvo la tesis de José Miguel Marinas, titulada Los signos en sociedad: aportación de la obra de Roland Barthes a la sociología del lenguaje y el conocimiento (1979), en la Universidad Complutense de Madrid, se puede ver claramente que los mayores puntos de recepción de la obra barthesiana se encuentran en la periferia geográfica española: Galicia, Murcia, País Valenciano y Cataluña. Esta idea de periferia también va ligada al mundo editorial: el foco editorial que ha ido publicando a Barthes en España, principalmente en los sellos de Paidós y de Seix Barral, se encuentra en Barcelona. Ya en Barcelona, desde finales de los sesenta, se intentó pensar en Barthes, abriendo nuevas vías dentro de la recepción silenciosa española. Este hecho no es banal : la historia del siglo XX en España está atravesada por un problema complejo y singular, el de la lucha de fuerzas entre la unión nacional y los separatismos y los intereses de las autonomías. Creo que no está fuera de lugar señalar que Barthes ha podido interesar más en la zona periférica del estado español, en la que se ha querido llevar, desde perspectivas diferentes, una línea alternativa de diferencia y de disidencia frente al poder central español.



Los fantasmas de Barthes en Argentina


En Buenos Aires, en 1967, la editorial Jorge Álvarez publicó, sin derechos de autor ni introducción y con una simple mención prácticamente imperceptible al traductor, Le Degré zéro de l’écriture. El traductor, quien se convertiría en el máximo difusor de la obra barthesiana en el mundo hispánico, era Nicolás Rosa[33]. Tal y como explica Alberto Giordano, profesor de literatura en la Universidad de Rosario, en aquellos años las lecturas que realizaban los grupos de estudio eran fundamentales para los estudiantes y los intelectuales argentinos. Nora Catelli[34], profesora de teoría de la literatura de la Universitat de Barcelona, nacida también en Rosario, recuerda cómo Le Degré zéro de l’écriture fue leído con devoción, al lado de Sartre, y sobre todo, que fue leído en la clandestinidad; por tanto, desde una óptica contestataria y política.

Si en la España de los sesenta y los setenta destaca más bien el Barthes semiólogo y estructural, en Argentina la recepción de su obra resulta ser más amplia y panorámica. Desde bien pronto, se inscribe la utopía barthesiana del lenguaje, así como el análisis de los procesos de significación de Mythologies. Y también el Barthes de los Essais critiques, el Barthes textualista y, entroncando con la fuerte presencia del psicoanálisis lacaniano en Argentina, el Barthes del placer y la jouissance. Tal y como explica Noé Jitrik en su historia sobre la irrupción de la crítica argentina, ya hacia 1960 los escritores se piensan desde el psicoanálisis[35]. Las lecturas lacanianas de Oscar Masotta[36] y la entrada del estructuralismo se extienden por los círculos intelectuales de Buenos Aires y Rosario, en los que Barthes deviene una herramienta crítica para iluminar las prácticas del presente. Barthes no es seguido solamente por la crítica literaria, sino por la crítica cultural que se disemina en diferentes revistas y que intenta entender y analizar la inestabilidad política argentina, desde el peronismo a la dictadura de Videla.

De ahí que Enrique Foffani hable de la pluralidad fantasmática de Barthes recorriendo la crítica argentina:

De este modo, Roland Barthes había abierto, de ensayo en ensayo, varias puertas y se fue convirtiendo en el nombre de ese proceso crítico que deviene lector […]. Por esa misma razón Barthes no era la pesquisa minuciosa por encontrar a Barthes a cada vuelta de la esquina de los ensayos con el afán de corroborar o alucinar su presencia. No era tampoco la pesquisa de los íntimos repliegues de una influencia que se vuelve siempre por una razón u otra una cuestión de angustia[37].

Angustia por no hallar a un único Barthes pleno y delimitado, sino por hallarlo repentinamente en cualquier lugar y de forma huidiza y maleable. En efecto, en la citada antología se observa cómo cada autor recoge aquello que le interesa de Barthes para definir su objetivo crítico: Alberto Giordano, por ejemplo, parte de la ética barthesiana de la literatura – principalmente de los Essais critiques y de la Leçon – y subraya el poder de resistencia que tiene lo literario frente a la comunicación social por su capacidad de hacer que « el mundo se transforme en mundo[38] ». Judith Podlubne, desde una perspectiva similar, utiliza la « palabra indirecta” del crítico para analizar la obra de Horacio González. Nicolás Rosa, por su lado, recoge al Barthes de Sur Racine para tratar la distinción entre historia y literatura, apostando claramente por la segunda: « la literatura dice en su lenguaje lo que dice la Historia, pero sin lugar a dudas, dice más[39] ». Por otro lado, los artículos de Miguel Dalmaroni o María Celia Vázquez recogidos en dicha antología muestran cómo los críticos de la cultura Beatriz Sarlo o Carlos Altamirano sienten otra afinidad analítica: la observación de la Doxa.

¿Cuántos Barthes? Por lo pronto, parecen definirse dos maneras diferentes de leer (o de usar) a Barthes: la del Barthes literario frente a la del Barthes semiólogo; la del Barthes que habla de la literatura como trampa al poder frente al Barthes analista de la moda; la del Barthes órfico frente al Barthes mitólogo. Esta distinción parece haber marcado dos polos en la crítica argentina. Comencemos por el primero.

La conciencia irreal del lenguaje


Las dos vías de la crítica barthesiana argentina parecen ya encaminarse en sus dos primeras traducciones. En 1966, el número 8 la revista Setecientos monos publica « Los mitos de la burguesía » (traducción de « Le mythe, aujourd'hui ») y, al año siguiente, en el número 9, la entrevista « La littérature, aujourd’hui », traducidos ambos textos por Nicolás Rosa.

Es precisamente en 1966, tal y como explica Adolfo Prieto, cuando hay que cifrar « la carta genealógica del estructuralismo » en Argentina, que fue ofrecida en el reportaje a Philippe Sollers que la revista Primera Plana publicó el mes de diciembre. « En la historia familiar », cuenta Prieto, « Saussure era presentado como el patriarca de la nueva escuela; Barthes su vocero indiscutido; Althusser, Lacan, Foucault, sus profetas mayores[40] ». El estructuralismo realizó una verdadera invasión en Argentina, que fue coetánea al campo intelectual francés, tal y como deja entrever el título de otro artículo aparecido también en la revista Primera Plana en 1967: « Estructuralismo. El pensamiento de hoy. La invasión estructuralista llega a Buenos Aires ». Tal y como cuenta Prieto, por aquellos años la mayoría de los críticos argentinos deseaban « poseer un número de Tel Quel », y es desde este telquelismo argentino desde el que se lee principalmente a Barthes durante los sesenta y los setenta. La traducción que realizó Nicolás Rosa de « La littérature, aujourd’hui » abriría el pensamiento argentino a la concepción de la literatura en tanto que utopía del lenguaje, capaz de realizar una herida entre las palabras y las cosas. La famosa frase de la entrevista, « la littérature est au contraire la conscience même de l’irréel du langage[41] », citada en solitario en España por Juan Goytisolo, inauguró la nueva responsabilidad del escritor, desplazando la concepción sartreana del compromiso literario hacia un nuevo horizonte: el de la moral de la forma. María Teresa Gramuglio, por ejemplo, en la revista Los libros - importante para la entrada del estructuralismo y, más tarde, del tesquelismo en Argentina - escribió una reseña en 1969 sobre Cicatrices de Juan José Saer, donde recuperó la idea de la moral de la forma de Barthes[42].

Esta nueva manera de entender la literatura, alejada de la representación realista, marca la primera recepción barthesiana. La concepción de la literatura como resistencia al poder es seguida desde los sesenta por críticos como Nicolás Rosa[43] y Noé Jitrik[44], hasta la actualidad, por Alberto Giordano, uno de los principales especialistas en Barthes en Argentina, quien sostiene que los dos libros de Barthes que más han influido en la crítica argentina han sido los Essais critiques y la Leçon[45]. Nicolás Rosa, cuya obra crítica permite leer la evolución de la recepción barthesiana, persistía todavía en 2003 en su concepción de la literatura como contra-comunicación capaz de resistir al poder de la Doxa social. En uno de sus últimos textos, hizo suya la famosa frase de Barthes: « los poderes del lenguaje son siempre fascistas[46] ».

La problemática barthesiana del lenguaje permite a su vez a lo largo de los setenta una nueva manera de entender la crítica. Adolfo Prieto explica que la entrada del estructuralismo en Argentina permite « el pasaje del existencialismo sartreano a la lectura del texto literario como reflexión sobre la lengua que lo actualiza[47] ». En efecto, no hay objeto primero ni metalenguaje crítico segundo. Tal y como opera Josefina Ludmer en su ensayo sobre Onetti. Los procesos de construcción del relato (editorial Sudamericana, 1977), siguiendo al Barthes de « De la science à la littérature », donde éste manifestó su deseo de « abolir la distinction, issue de la logique, qui fait de l’oeuvre un langage-objet et de la science un métalangage[48] », ningún lenguaje está por encima de otro ni el discurso crítico es ningún apéndice, sino otro texto que se sitúa en uno de los tantos cortes intertextuales que erige la escritura. La misma Ludmer, en una reseña titulada « Hacia la crítica », publicada en 1972 en Los libros, incide en la impotencia de « la crítica sociológica (que todavía cubre una amplia zona del trabajo crítico argentino) », dedicada a transponer de forma mecánica « los datos históricos, reales, socio-económicos e ideológico-políticos (…) en la obra que estudia[49] ». Ludmer denuncia el trabajo que se plantea « como un derivado, un discurso segundo, sumiso, agresivo o laudatoria de su materia prima », y apuesta por aquél que se plantea « como una verdadera elaboración, que se independiza de su objeto, lo abre a nuevas posibilidades, le otorga poderes desconocidos y lo cambia[50] ». Ludmer, Rosa, y los círculos de las revistas Los libros y Literal, ésta última de clara tendencia lacaniana, colaboran en una crítica que se siente literaria e independiente y, en tanto que literaria, política.

De forma casi paralela a la publicación en Francia de las obras de Barthes, un sector de la crítica literaria argentina comienza a desarrollar una actividad que tiene como puntos de mira la fluencia textual y el concepto de intertexto. Así, del abandono gradual del primer estructuralismo, se pasa a una autonomía de la actividad crítica que va incorporando « un proceso de producción semiótica que desborda el objeto originario de análisis[51] ». El mismo Prieto destaca la influencia de las modalidades operativas de S/Z, « el seminal ensayo de Barthes, publicado en 1970, y que apuntaban, decididamente, a la emancipación del discurso crítico de su tradicional función ancilar respecto a su objeto de estudio, la literatura ». De igual forma, Jitrik insiste de qué manera influye el proceso de semiosis: « Su ‘exceso’ en el vuelco de la palabra vendrá a mostrar la ‘falta’, que es la zona del goce, aquello de lo que había hablado Roland Barthes y que implicó una gran apertura para el pensamiento literario argentino[52] ».

La nueva concepción del sujeto « en perpetuo desvanecimiento y fading[53] » desplazan pues la relación lector-sujeto y obra-objeto, el texto pasa a ser entendido como lugar de descentramiento del lector y el lenguaje de la crítica va a carecer del estatuto metalingüístico anterior, para pasar a considerarse como ficción. Todavía en 2003 Rosa incidía en la misma idea:

Imaginariamente he sostenido siempre (...) que deberíamos hacer de la crítica un discurso autónomo. Todavía persisto en lo mismo, aunque no por las mismas razones. La crítica no puede, no debe, mantener una relación de subordinación con respecto a los objetos literarios sino que, revalorizando una relación dialógica con ellos, debe adquirir su mismo nivel y por lo tanto su mismo rango de ficcionalidad[54].

Alberto Giordano, también de Rosario, es el heredero de esta tradición. En su libro Roland Barthes, literatura y poder (1995), lee el objeto literario como resistencia ética al poder que ejerce la lengua en tanto que comunicación. De ahí que en su ensayo se centre en la cuestión de la ética de la literatura, leyendo a Barthes a partir de Blanchot y de Deleuze, para rescatar lo literario como evento singular con capacidad de contestación. Giordano parte de la concepción barthesiana de la literatura como trampa al poder y denuncia « el carácter eminentemente pasivo que se le atribuye a la literatura cuando sólo se la aprecia como documento[55] ». La literatura sería un « punto de resistencia » al « trabajo de unificación y de identificación » que realiza la cultura; la literatura vale, en este sentido, por su irreductibilidad a las formas instituidas de la comprensión.

Vuelta al Barthes mitólogo


Esta concepción de la literatura como subversiva, que presenta al mundo y lo vacía de sus sentidos, en tanto que « acto que priva a todo enunciado discursivo de su poder de afirmación[56] », va a generar la alerta de un movimiento crítico opuesto. El texto literario como contra-comunicación agota, a finales de los setenta, las expectativas de los críticos de la cultura argentina, que buscan otras armas teóricas que les valgan ante el contexto y la inminencia de la dictadura. Es entonces cuando aparece una segunda recepción de la obra barthesiana, en la que destaca el trabajo crítico de Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano y sus artículos publicados en la revista Punto de Vista, mucho más preocupados por el Barthes de Mythologies y Système de la Mode. Dado el contexto político de aquellos años, que ve el golpe de estado y la dictadura de 1976 al caer, este grupo de base más activista recupera al primer Barthes y deja de lado al Barthes textualista. La revolución de la escritura, tal y como habían sentenciado en 1972 Foucault y Deleuze en « Les intellectuels et le pouvoir », quedaba lejos, inservible. Era la hora de apostar por otra práctica militante, de base sociológica y diacrónica.

En 1979, Sarlo y Altamirano realizan un giro en Punto de Vista, con el que deciden dejar atrás la influencia de Tel Quel y comienzan a importar teorías inglesas. Según explica Miguel Dalmaroni, dos razones llevaron a ese giro: la primera, de orden teórico,

o relativa a una contienda teórica y política con las tendencias que prevalecían en la crítica literaria y cultural hacia fines de los años setenta: el propósito de emprender una profilaxis antiparisina, es decir antiformalista, mediante un retorno al sujeto, a la historia y a la experiencia[57].

En el número 6 de la revista, Sarlo presenta a Williams y a Hoggart como « alternativas » frente « a las modas teóricas », ligadas a « una formidable industria cultural, apoyada en una exportación de libros que es la mayor del mundo », debida en parte, añade Sarlo, a una lectura incompleta de los formalistas rusos. Estas modas son Althusser y Macherey, « el estructuralismo de Barthes, Todorov o Kristeva » y Tel quel aspirando a « ocupar el campo de la crítica literaria como única forma de la ‘modernidad teórica », la lingüística operando como « ciencia piloto » de las disciplinas sociales[58].

La moda Tel Quel, que había ocupado el centro del debate intelectual argentino, llegaba, ante la dictadura militar, a su agotamiento. Años más tarde Sarlo explicaría las razones del abandono. En su texto « Raymond Williams: una relectura », Sarlo anunciaba el desembarazo de una teoría que ya no servía: « Había sonado la hora del corte epistemológico y la revolución teórica[59] » y explicaba de qué manera Williams les permitió seguir pensando conexiones entre cultura y política. En efecto, « en los textos fundadores del culturalismo inglés había otros modos disponibles de volver a las calles[60] », recogiendo así la idea que cruzó Mayo del 68 según la cual las estructuras no bajaban a la calle.

Sin embargo, Barthes va a continuar descendiendo a las barricadas. El crítico Jorge Panesi, en un importante artículo titulado « Las operaciones de la crítica: el largo aliento », da cuenta de que en Argentina « (hoy perdida colonia teórica francesa) », la pasión estructural « combinó otras relaciones que estuvieron mediadas por el discurso político o por las intenciones de una crítica que se atribuía voluntariamente misiones políticas[61] ». Pero llega un momento, tras el agotamiento del goce y del textualismo, en el que « la crítica argentina siente añoranzas semiológicas por Barthes », por el primer Barthes, « que irrumpe inesperado en el discurso cultural de Escenas de la vida posmoderna »[62]. En efecto, el abandono del estructuralismo y del telquelimo no dejan a Barthes fuera. De hecho, Dalmaroni explica que la operación Raymond Williams de Punto de vista tiene una hipótesis anterior:

la hipótesis podría decir, aproximadamente, que el inconsciente de la operación Williams no es inglés, ni historicista, ni culturalista ni popularista. Es parisino, estructuralista, semiólogo y esteticista: es Barthes. Pero ya no el Barthes que en una de las preguntas que Sarlo dirigía a Williams en 1979 era ubicado junto con Tel Quel en un ‘formalismo francés (...) realmente mucho más abstracto y formalista que Saussure’. Es, en cambio, el Barthes semiólogo de la vida cotidiana, el Barthes ensayista, el Barthes de las Mitologías, de quien Sarlo escribiría en 1981 que desbarataba ‘la trampa del sentido común’ tendida por la Doxa[63].

Si Williams es elevado como el crítico « del sentido común » frente a los representantes de la escritura, a Barthes se lo rescata. Porque se lee a Williams a través de Barthes, « como una continuación involuntaria de un Barthes abandonado por Barthes, como una traducción al inglés del primer Barthes ». Sobre todo, una continuación en seguir al Barthes interesado en la historia y en la crítica de la ideología para detectar objetos de análisis que salen del canon de la ensayística.

En El imperio de los sentimientos (1985) Sarlo, al final de la lista de reconocimientos con el precedente de Williams, menciona a Richard Hoggart y Roland Barthes, juntos. Con este homenaje, nos aclara Dalmaroni, Sarlo diseñaba así su crítica sobre las significaciones de la cultura popular, a través de las perspectivas lectoras de la cultura erudita, en la que Barthes continuaba siendo una importante herramienta crítica. En 1981, Sarlo, en la antología de textos que coordina tras la muerte de Barthes, aclara que el crítico francés

ocupa su lugar en el proyecto saussureano de una ciencia que estudie los signos de la vida social. Lugar sin duda en disputa adonde confluyen (sintiéndolo cada uno como espacio propio) semánticos, lingüistas, críticos de la cultura, antropólogos[64].

Pero de Barthes, Sarlo, que todavía hoy se declara « barthesiana de por vida[65] », destaca al Barthes de 1963, aquel que incide en la actividad crítica como construcción de lo inteligible de nuestro tiempo, pero amputado de su actividad post-estructuralista y de su teoría del texto. En otras palabras: una vuelta al primer Barthes desligada de su obra posterior.

La opción barthesiana emprendida por Sarlo cabe, pues, considerarla en el contexto de la crítica militante argentina. Frente a la senda de la crítica literaria que se manifiesta independiente y autónoma, Sarlo, desde la militancia, recupera a la literatura para leerla desde otras ópticas sociales e históricas, denunciando el imperio del estereotipo y del cliché en la industria cultural – muy cerca, pues, del Barthes de Mythologies –. En este sentido, su artículo « Clío revisitada », da cuenta de esa lucha por poder participar en lo literario. Frente a « la máquina semiótica » que « había cortado y repartido » la historia « en los festines estructuralistas[66] », la autora proyecta un renacimiento de la crítica historicista, basándose en un derecho: « Un texto literario es un documento de la literatura, ¿pero sólo de ella?[67] ». En efecto, la literatura no sólo pertenece a la literatura, sino que, en tanto que lenguaje, da muestras de la historia. Al otro lado del Atlántico, Barthes nunca apartaría a la literatura de la historia. De hecho, en Sur Racine, ¿no había dicho que el objetivo del crítico era « se révéler lui-même un être pleinement subjectif, pleinement historique[68] »? Sin embargo, Nicolás Rosa por un lado y Beatriz Sarlo por el otro parecen haber capitaneado dos maneras opuestas de leer a Barthes en Argentina; dos líneas que nos llegan hasta hoy: la que busca en la literatura la representación de lo político o la que en literatura, tal y como señaló Horacio González, « las ideas políticas en juego no hacen política, hacen ficción, y sólo en tanto hacen ficción, hacen política[69] ». La causa cabe encontrarla en el agotamiento al que llegó la vanguardia telquelista con la teoría del texto. Luis Gregorich, en « Barthes y el placer de la ciencia », da cuentas de ello:

Quizás el futuro no pertenezca a esa vanguardia estéril que queda como única propuesta explícita, quizás el fetichismo monstruoso del Texto (del Libro) sea la postrera empresa encubridora de una civilización cansada. Pero de eso no hay que pedirle una rendición de cuentas a Barthes, europeo y francés a carta cabal[70].

En efecto, es absurdo pedir cuentas a Barthes, cuya obra evoluciona a caballo de los acontecimientos en el campo intelectual francés. Pero es interesante señalar que en Argentina, a diferencia de España, esta pugna entre la crítica ha tenido como consecuencia un trabajo exhaustivo sobre Barthes, hasta el punto de agotarlo y, más tarde, de renovarlo. Si, para unos, la teoría del texto llegó a su fin, es notable ver cómo el camaleónico Barthes es todavía hoy capaz de armar nuevas perspectivas críticas. Y, sobre todo, de ser ese fantasma –creador– de disidencias. Después de todo, los dos frentes en Argentina parecen reencontrarse en una misma apuesta crítica: aquella que entabla un diálogo entre dos historias y dos subjetividades, las del autor y las del crítico, con la intención de participar en « la construction de l’intelligible de notre temps[71] ».

Quizá, Oscar Steinberg, otro barthesiano de por vida, no iba desencaminado cuando dijo, en un paréntesis revelador, lo siguiente:

(Siempre fue rápidamente evidente que, con Barthes, se aprendía; después, podía elegirse decir que se lo leía sólo por su escritura). [...] A Barthes se lo ama o se lo pone lejos, bien lejos del propio proyecto – y de su fachada de palabras, aún hoy[72].

Barthes, todavía hoy, es extrapolado de su campo intelectual de origen y llevado hacia otros caminos impensables. Si, por un lado, de esta tergiversación no hay que pedirle cuentas a Barthes, por el otro quizá haya que agradecérselo a la literatura, donde « la naissance du lecteur doit se payer de la mort de l’Auteur[73] ».

Plan



Résumé

Nous analysons ici la réception de Barthes dans la théorie et la critique littéraires en Espagne et en Argentine, entre 1967 et 1980. Pour ce faire, nous cherchons à éclaircir la place que tient Barthes dans la tradition de la critique littéraire des deux pays en regard de leurs contextes politiques. À la réception « silencieuse » de Barthes en Espagne (selon Luis G. Soto), en raison notamment de l'indigence théorique qui caractérise les dernières années de la dictature franquiste, s'oppose une réception « spectrale » de Barthes en Argentine (selon le mot d'Enrique Foffani), où la présence de Barthes est certes plus intense mais aussi quelque peu déformée par une critique culturelle et politique qui s'inscrit en dehors du champ critique traditionnel.


Notes

[1]Enrique Foffani, “Un fantasma recorre la crítica”, en Boletín de Reseñas Bibliográficas, Argentina, 30/9/2000, sp.


[2]Luis García Soto, « Barthes em español: a recepçom e a traduçom », Ágora. Papeles de Filosofía, Vol. 17, nº 1, 1998, pp. 89-113. En un monográfico de la revista Ágora dedicado a Barthes en 2005, Soto vuelve a incidir en la recepción silenciosa de Barthes: « En España, y en general en el mundo hispano, siguió, también con fases de reflujo, la recepción silenciosa, amplia mas discreta, que desde los años sesenta, con algunos momentos álgidos mas sin llegar al furor de una moda, tuvo la obra de Barthes » (García Soto, « Presentación », Ágora. Papeles de filosofía, 24/1, 2005, p. 10).


[3]Véase Roland Barthes, « Plaisir au langage » (sur l’œuvre de Severo Sarduy Écrit en dansant) [1967], OC II, p. 1238-1240. NB : Para todas las referencias a Barthes, nos referiremos a los cinco tomos de las obras completas editadas por Éric Marty en 2002 : Roland Barthes, Œuvres complètes, Paris, Seuil, 2002. Utilizaremos las siglas OC I, OC II, OC III, OC IV et OC V para designar cada uno de los volúmenes.


[4]En un artículo publicado en el diario catalán Avui, en 1980, Vidal Alcover recuerda así la visita de Barthes: « Va ser molt controvertit, especialment per Gabriel Ferrater. Ell es defensava de les objeccions sense contraargumentar, i es refugiava en un mutisme, entre temorenc i desdenyós, deixant anar per tot dir algun “Peut être”, que no responia a res, sobretot en un home que coneixíem d’oïda com a combatiu i més tost intolerant. L’endemà d’aquesta sessió, Joaquim Marco ens va reunir uns quants, en una sessió més íntima, a l’editorial Llibres de Sinera, al seu entorn, i l’home va procedir com en el debat del Liceu Francès: “Oui, peut être”. Aleshores l’objector era jo » (Jaume Vidal Alcover, « Roland Barthes » , Avui, Barcelona, 30 de marzo 1980, p. 20).


[5]Anónimo, « Coloquios internacionales sobre realismo y realidad en la literatura contemporánea » , Ínsula, núm. 204, noviembre 1963, p. 2


[6]En su ensayo literario El furgón de cola (1967) son varias las referencias a Barthes. Si Goytisolo manifiesta a modo de alerta una refutación a la entrada del estructuralismo en España, por otro lado se siente solidario con la responsabilidad de la forma que Barthes presenta como rasgo característico de la escritura moderna. Véase en este sentido Ester Pino Estivill, « L’écriture barthésienne contre l’oubli (vue depuis l’Espagne) » [2014], en el nº1 de la Revue Roland Barthes: http://www.roland-barthes.org/article_pino.html.


[7]Roland Barthes, « La littérature, aujourd’hui » [1961], OC II, p. 420


[8]Roland Barthes, « Il n’y a pas d’école Robbe-Grillet » [1958], OC II, p. 361.


[9]José Vidal Beneyto, Posibilidades y límites del análisis estructural, Madrid, Editora Nacional. Colección y sociedad, 1981, p. 19.


[10]José Luis Martín, Crítica estilística, Madrid, Gredos, 1973, p. 186.


[11]Entrevista realizada por la autora a José María Pozuelo Yvancos, en julio de 2014, sobre la recepción de Barthes en España.


[12]Vicent Tuset destaca entre otros el caso de Juan Goytisolo, quien en su artículo de 1966 « Cernuda y la crítica literaria española » advierte de los peligros de incorporar una crítica ideológica unívoca, contribuyendo así más bien poco a la difusión del estructuralismo en España. Tal y como explica Tuset, el estructuralismo parece llegar con su refutación. Véase Vicent Tuset Mayoral, « La primera recepción del estructuralismo literaro: España, Argentina, México: Apuntes para una investigación » [2010], Memoria Académica del IX Congreso Argentino de Hispanistas, Universidad de la Plata.


[13]Carmen Martínez Romero, El pensamiento teórico-literario español (1965-75), Departamento de Lingüística General y Teoría de la Literatura, Universidad de Granada, 1989.

[14]Carmen Martínez Romero, p. 252.


[15]Miguel Ángel Garrido Gallardo, Estudios de semiótica literaria, CSIC, Madrid, 1982, p. 46.


[16]Cabe destacar que, a excepción de la publicación de Essais critiques (en 1967, en la editorial Seix Barral), de Éléments de la sémiologie (en 1971, en Alberto Corazón) y de la antología de textos ¿Por dónde empezar? (en Tusquets, en 1974), los libros de Barthes comienzan a traducirse propiamente en España durante el período de la Transición democrática, a partir de 1978. Véase anexo bibliográfico de Barthes en español.


[17]Miguel Garrido Gallardo, p. 47.


[18]Francisco Rico, Los discursos del gusto: notas sobre clásicos y contemporáneos, Destino, Madrid, 2003, p. 45.


[19]Véase Pino Estivill, 2014.


[20]Claudio Guillén, Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la literatura comparada (ayer y hoy) [1985], Barcelona, Tusquets, 2005, p. 290.


[21]Roland Barthes, Critique et vérité [1966], p. 760.


[22]Josep Maria Castellet, Iniciació a la poesia de Salvador Espriu [1971], Barcelona, Edicions 62, 1978, p. 9.


[23]Josep Maria Castellet, ibid., p. 15-16.


[24]Josep Maria Castellet, ibid., p. 17.


[25]Luis García Soto, ibid., p. 102.


[26]Alexandre Cirici, « Converses amb Barthes » , Serra d’Or, nº 113 (febrero), Año XI, 1969, p. 53.


[27]Margalida Pons, « Formes i condicions de la narrativa experimental catalana », dentro de Textualisme i subversió. Formes i condicions de la narrativa experimental catalana, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2007, p. 38.


[28]Josep-Lluís Seguí, uno de los críticos que introduce el tema de la corporalidad en la escritura como subversión significante, incide durante aquellos años en lo siguiente: « Practicar l’escriptura, fer erotisme: transformacions (és a dir, parlar, escriure, palpar, rellicar-se per la pell, per la pàgina, fregar-la, esquinçar, penetrar, tot al voltant del desig), transformacions invertides [...] d’un i d’altre discurs, el de l’escriptura i el de l’erotisme ». En Josep Lluís Seguí, « Notes a una pràctica eròtica de l’escriptura » , Cairell, Valencia, 1 (noviembre), 1979, sp.


[29]Biel Mesquida (1978), « Babel catalana : on ets ? », Diwan, 1, janvier 1978, Zaragoza, p. 44.


[30]Destaquemos las siguientes publicaciones: Joaquim Sala-Sanahuja, « Barthes, amor y discurso marginal », El Viejo Topo nº 14, noviembre, Barcelona, 1977, pp. 63-65; Antoni Munné, « Barthes : La escritura fragmentada », El Viejo Topo nº 26, Barcelona, 1978, p. 69 [con motivo de la publicación de Roland Barthes par Roland Barthes en España]; « Siempre he sido responsable de mi locura. Entrevista con Roland Barthes, por Marcos D’Eramo », traducción de Josep Sarret, El Viejo Topo nº 33, Barcelona, 1979, pp. 20-25.


[31]Ángeles Sirvent, Roland Barthes. De las críticas de interpretación al análisis textual, Universidad de Alicante, 1989, p. 16.


[32]Véase José María Pozuelo Yvancos, « Roland Barthes: un texto-cuerpo fragmentado », en De la autobiografía. Teoría y estilos, Crítica, Barcelona, 2006, p. 211-243.

[33]Con el precedente que en agosto de 1966 Rosa ya había traducido « Los mitos de la burguesía » (traducción de « Le Mythe, aujourd’hui ») para el número 8 de la revista Setecientos monos, publicada en Rosario (Argentina). Al año siguiente, traduciría también la respuesta al cuestionario realizado por Tel Quel « La literatura, hoy » (« La littérature, aujourd’hui », 1961), en Setecientos monos, nº 9, junio de 1967, Rosario.


[34]Entrevista realizada en julio de 2014, en Barcelona.


[35]Noé Jitrik, « Las marcas del deseo y el modelo psicoanalítico », en Cella, Susana (dir.), Historia crítica de la literatura argentina. La irrupción de la crítica, Buenos Aires, Emecé Editories, 1999, p. 19


[36]Óscar Masotta, el introductor del psicoanálisis lacaniano en el mundo hispánico, en 1968 reconocía a Barthes como uno de sus mayores referentes: « En lo que se refiere a mi trabajo intelectual (crítico de arte, semiología, cuestiones comunicacionales) efectivamente, tengo mis autoridades: Sartre (aunque hoy menos), Lévi-Strauss, Barthes, Bateson, en fin, Freud y Jacques Lacan » (Óscar Masotta, « La literatura y el ‘hombre corriente’ » [1968], Conciencia y estructura, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010, p. 246). Sobre las similitudes de los trabajos críticos entre Barthes y Masotta, véase el artículo de Max Hidalgo, « Óscar Masotta y Roland Barthes. Homologías estructurales de una crítica de vanguardia », Criação e Crítica, nº 14, 2015, p. 27-42.


[37]Enrique Foffani, “Un fantasma recorre la crítica”, en Boletín de Reseñas Bibliográficas, Argentina, 30/9/2000, sp.


[38]Alberto Giordano, Roland Barthes. Literatura y poder, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 1995, p. 23.


[39]Nicolás Rosa, « Hipótesis sobre la relación entre la historia y la literatura argentina », dentro de Giordano, Alberto y Vázquez, María Celia, Las operaciones de la crítica, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 1998, p. 181.


[40]Adolfo Prieto, « Estructuralismo y después », Punto de Vista, Año XII, núm. 34, julio-sept. 1989, Buenos Aires, p. 22.


[41]Roland Barthes, « La littérature, aujourd’hui » [1961], Essais critiques, OC II, p. 420.


[42]María Teresa Gramuglio, « Las aventuras del orden », Los Libros, nº 3, sept. 1969, Buenos Aires.


[43]En 1978, Rosa publica un Léxico de lingüística y semiología en el que las referencias a Barthes son básicas para entender « a la literatura como un lenguaje-otro » en oposición a la herencia formalista que « define la especificidad del lenguaje llamado ‘poético’ como una desviación de la lengua referencial »; la literatura ya no va a tener « sólo una diferencia de grado », sino « de naturaleza ». En Nicolás Rosa, Léxico de lingüística y semiología, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1978, p. 73.


[44]Noé Jitrik reconoce haberse apoyado en los Essais critiques de Barthes para analizar la obra del escritor argentino Macedonio Fernández. En una entrevista realizada por Jorge Ariel Madrazo, Jitrik explica lo siguiente : « De lo que se trata es de ver qué sucede dentro de un texto: no meramente en la forma, ni en el mero mensaje. Es la imagen de Roland Barthes del texto como una esfera; ¿cómo se entra a una esfera? ¿Cómo conocerla? Como no hay esfera perfecta siempre se puede encontrar una irregularidad, un agujerito ». En Noé Jitrik, « Leer un texto como una música », entrevista de Jorge Ariel Madrazo, Atenea, nº 492, Concepción, 2005. Consultable en línea: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=s0718-04622005000200011&script=sci_arttext.


[45]Entrevista realizada Alberto Giordano en julio de 2014, en Rosario (Argentina).

[46]Nicolás Rosa, « Estos textos, estos restos » , en La letra argentina. Crítica 1970-2002, Buenos Aires, Santiago Arcos Editor, 2003, p. 8.


[47]Adolfo Prieto, p. 23.


[48]Roland Barthes, « De la science à la littérature » [1967], OC II, p. 1264.


[49]Josefina Ludmer, « Hacia la crítica » , Los libros, año 4, nº 28, sept. 1972, Buenos Aires, p. 5.


[50]Josefina Ludmer, p. 6.


[51]Adolfo Prieto, p. 24.


[52]Noé Jitrik, 1999, p. 31.


[53]Nicolás Rosa, 2003, p. 7.


[54]Nicolás Rosa, 2003, p. 6.


[55]Alberto Giordano, Roland Barthes. Literatura y poder, 1995, p. 42-43.


[56]Alberto Giordano, p. 41.


[57]Miguel Dalmaroni, « La moda y ‘la trampa del sentido común’. Sobre la operación Raymond Williams en Punto de Vista », en Giordano, Alberto y Vázquez, María Celia, Las operaciones de la crítica, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, p. 39.


[58]Beatriz Sarlo, en Miguel Dalmaroni, p. 35-36.


[59]Beatriz Sarlo, « Raymond Williams: una relectura », Punto de Vista, XVI, nº 45, abril 1993, p. 13.


[60]Miguel Dalmaroni, p. 39.


[61]Jorge Panesi, « Las operaciones de la crítica: el largo aliento », en Giordano, Alberto y Vázquez, María Celia, Las operaciones de la crítica, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 1998, p. 11.


[62]En este ensayo, para leer la moda juvenil, Sarlo adopta el concepto barthesiano de estilema: « Madonna es un desafío original porque adopta la moda retro sin incorporarle estilemas juveniles », en B. Sarlo, Escenas de la vida posmoderna [1994], Barcelona, Emecé, Seix Barral, 2004, p. 39.


[63]Miguel Dalmaroni, p. 40.


[64]Beatriz Sarlo, « Roland Barthes: una biografía imposible » [1981], en Plan de operaciones: Sobre Borges, Benjamin, Barthes y Sontag, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2013, p. 25.


[65]Beatriz Sarlo, « Barthesianos de por vida » [2004], en Plan de operaciones: Sobre Borges, Benjamin, Barthes y Sontag, ibid, p. 11.


[66]Beatriz Sarlo, « Clío revisitada », Punto de vista, año IX, nº 28, 1986, p. 24.


[67]Beatriz Sarlo, 1986, p. 25.


[68]Roland Barthes, Sur Racine [1962], OCII, p. 194.


[69]Horacio González, en Alberto Giordano, ibid, 1998, p. 28.


[70]Luis Gregorich, « Barthes y el placer de la ciencia », Literatura y homosexualidad, Buenos Aires, Legasa, 1985, p. 25.


[71]Roland Barthes, « Qu’est-ce que la critique? » [1963], Essais critiques, OCII, p. 597.


[72]Óscar Steinberg, « La anáfora Barthes », en Dalmasso, María T. y Arán, Pampa (editoras), La semiótica de los 60/70. Sus proyecciones en la actualidad, Córdoba, UNC, 2008, p. 21.


[73]Roland Barthes, « La mort de l'auteur » [1968], OCIII, p. 45.


Auteur

Ester Pino Estivill appartient au laboratoire de recherche Littérature comparée dans l’espace intellectuel européen de l’Université de Barcelone. Elle prépare actuellement une thèse de doctorat sur la réception de Roland Barthes dans la critique littéraire en Espagne et en Argentine.

Pour citer cet article

Ester Pino Estivill, «La recepción crítica de Roland Barthes en España y en Argentina», in Claude Coste & Mathieu Messager (dir.), Revue Roland Barthes, nº 2, octobre 2015, « Barthes à l'étranger », [en ligne]. URL : http://www.roland-barthes.org/article_pino_estivill.html [Site consulté le DATE].


1Enrique Foffani, “Un fantasma recorre la crítica”, en Boletín de Reseñas Bibliográficas, Argentina, 30/9/2000, sp.

2Luis García Soto, « Barthes em español: a recepçom e a traduçom », Ágora. Papeles de Filosofía, Vol. 17, nº 1, 1998, pp. 89-113. En un monográfico de la revista Ágora dedicado a Barthes en 2005, Soto vuelve a incidir en la recepción silenciosa de Barthes: « En España, y en general en el mundo hispano, siguió, también con fases de reflujo, la recepción silenciosa, amplia mas discreta, que desde los años sesenta, con algunos momentos álgidos mas sin llegar al furor de una moda, tuvo la obra de Barthes » (García Soto, « Presentación », Ágora. Papeles de filosofía, 24/1, 2005, p. 10).

3Véase Roland Barthes, « Plaisir au langage » (sur l’œuvre de Severo Sarduy Écrit en dansant) [1967], OC II, p. 1238-1240. NB : Para todas las referencias a Barthes, nos referiremos a los cinco tomos de las obras completas editadas por Éric Marty en 2002 : Roland Barthes, Œuvres complètes, Paris, Seuil, 2002. Utilizaremos las siglas OC I, OC II, OC III, OC IV et OC V para designar cada uno de los volúmenes.

4En un artículo publicado en el diario catalán Avui, en 1980, Vidal Alcover recuerda así la visita de Barthes: « Va ser molt controvertit, especialment per Gabriel Ferrater. Ell es defensava de les objeccions sense contraargumentar, i es refugiava en un mutisme, entre temorenc i desdenyós, deixant anar per tot dir algun “Peut être”, que no responia a res, sobretot en un home que coneixíem d’oïda com a combatiu i més tost intolerant. L’endemà d’aquesta sessió, Joaquim Marco ens va reunir uns quants, en una sessió més íntima, a l’editorial Llibres de Sinera, al seu entorn, i l’home va procedir com en el debat del Liceu Francès: “Oui, peut être”. Aleshores l’objector era jo » (Jaume Vidal Alcover, « Roland Barthes » , Avui, Barcelona, 30 de marzo 1980, p. 20).

5Anónimo, « Coloquios internacionales sobre realismo y realidad en la literatura contemporánea » , Ínsula, núm. 204, noviembre 1963, p. 2

6En su ensayo literario El furgón de cola (1967) son varias las referencias a Barthes. Si Goytisolo manifiesta a modo de alerta una refutación a la entrada del estructuralismo en España, por otro lado se siente solidario con la responsabilidad de la forma que Barthes presenta como rasgo característico de la escritura moderna. Véase en este sentido Ester Pino Estivill (2014), « L’écriture barthésienne contre l’oubli (vue depuis l’Espagne) », en el nº1 de la Revue Roland Barthes: http://www.roland-barthes.org/article_pino.html.

7Roland Barthes, « La littérature, aujourd’hui » [1961], OC II, p. 420

8Roland Barthes, « Il n’y a pas d’école Robbe-Grillet » [1958], OC II, p. 361.

9José Vidal Beneyto, Posibilidades y límites del análisis estructural, Madrid, Editora Nacional. Colección y sociedad, 1981, p. 19.

10José Luis Martín, Crítica estilística, Madrid, Gredos, 1973, p. 186.

11Entrevista realizada por la autora a José María Pozuelo Yvancos, en julio de 2014, sobre la recepción de Barthes en España.

12Vicent Tuset destaca entre otros el caso de Juan Goytisolo, quien en su artículo de 1966 « Cernuda y la crítica literaria española » advierte de los peligros de incorporar una crítica ideológica unívoca, contribuyendo así más bien poco a la difusión del estructuralismo en España. Tal y como explica Tuset, el estructuralismo parece llegar con su refutación. Véase Vicent Tuset Mayoral, « La primera recepción del estructuralismo literaro: España, Argentina, México: Apuntes para una investigación » [2010], Memoria Académica del IX Congreso Argentino de Hispanistas, Universidad de la Plata.

13Carmen Martínez Romero, El pensamiento teórico-literario español (1965-75), Departamento de Lingüística General y Teoría de la Literatura, Universidad de Granada, 1989.

14Carmen Martínez Romero, p. 252.

15Miguel Ángel Garrido Gallardo, Estudios de semiótica literaria, CSIC, Madrid, 1982, p. 46.

16Cabe destacar que, a excepción de la publicación de Essais critiques (en 1967, en la editorial Seix Barral), de Éléments de la sémiologie (en 1971, en Alberto Corazón) y de la antología de textos ¿Por dónde empezar? (en Tusquets, en 1974), los libros de Barthes comienzan a traducirse propiamente en España durante el período de la Transición democrática, a partir de 1978. Véase anexo bibliográfico de Barthes en español.

17Miguel Ángel Garrido Gallardo, p. 47.

18Francisco Rico, Los discursos del gusto: notas sobre clásicos y contemporáneos, Destino, Madrid, 2003, p. 45.

19Ester Pino Estivill, 2014.

20Claudio Guillén, Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la literatura comparada (ayer y hoy) [1985], Barcelona, Tusquets, 2005, p. 290.

21Roland Barthes, Critique et vérité [1966], p. 760.

22Josep Maria Castellet, Iniciació a la poesia de Salvador Espriu [1971], Barcelona, Edicions 62, 1978, p. 9.

23Josep Maria Castellet, íbid., p. 15-16.

24Josep Maria Castellet, ibid., p. 17.

25Luis García Soto, ibid., p. 102.

26Alexandre Cirici, « Converses amb Barthes » , Serra d’Or, nº 113 (febrero), Año XI, 1969, p. 53.

27Margalida Pons, « Formes i condicions de la narrativa experimental catalana », dentro de Textualisme i subversió. Formes i condicions de la narrativa experimental catalana, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2007, p. 38.

28Josep-Lluís Seguí, uno de los críticos que introduce el tema de la corporalidad en la escritura como subversión significante, incide durante aquellos años en lo siguiente: « Practicar l’escriptura, fer erotisme: transformacions (és a dir, parlar, escriure, palpar, rellicar-se per la pell, per la pàgina, fregar-la, esquinçar, penetrar, tot al voltant del desig), transformacions invertides [...] d’un i d’altre discurs, el de l’escriptura i el de l’erotisme ». En Josep Lluís Seguí, « Notes a una pràctica eròtica de l’escriptura » , Cairell, Valencia, 1 (noviembre), 1979, sp.

29Biel Mesquida (1978), « Babel catalana : on ets ? », Diwan, 1, janvier 1978, Zaragoza, p. 44.

30Destaquemos las siguientes publicaciones: Joaquim Sala-Sanahuja, « Barthes, amor y discurso marginal », El Viejo Topo nº 14, noviembre, Barcelona, 1977, pp. 63-65; Antoni Munné, « Barthes : La escritura fragmentada », El Viejo Topo nº 26, Barcelona, 1978, p. 69 [con motivo de la publicación de Roland Barthes par Roland Barthes en España]; « Siempre he sido responsable de mi locura. Entrevista con Roland Barthes, por Marcos D’Eramo », traducción de Josep Sarret, El Viejo Topo nº 33, Barcelona, 1979, pp. 20-25.

31Ángeles Sirvent, Roland Barthes. De las críticas de interpretación al análisis textual, Universidad de Alicante, 1989, p. 16.

32Véase José María Pozuelo Yvancos, « Roland Barthes: un texto-cuerpo fragmentado », en De la autobiografía. Teoría y estilos, Crítica, Barcelona, 2006, p. 211-243.

33Con el precedente que en agosto de 1966 Rosa ya había traducido « Los mitos de la burguesía » (traducción de « Le Mythe, aujourd’hui ») para el número 8 de la revista Setecientos monos, publicada en Rosario (Argentina). Al año siguiente, traduciría también la respuesta al cuestionario realizado por Tel Quel « La literatura, hoy » (« La littérature, aujourd’hui », 1961), en Setecientos monos, nº 9, junio de 1967, Rosario.

34Entrevista realizada en julio de 2014.

35Noé Jitrik, « Las marcas del deseo y el modelo psicoanalítico », en Cella, Susana (dir.), Historia crítica de la literatura argentina. La irrupción de la crítica, Buenos Aires, Emecé Editories, 1999, p. 19

36Óscar Masotta, el introductor del psicoanálisis lacaniano en el mundo hispánico, en 1968 reconocía a Barthes como uno de sus mayores referentes: « En lo que se refiere a mi trabajo intelectual (crítico de arte, semiología, cuestiones comunicacionales) efectivamente, tengo mis autoridades: Sartre (aunque hoy menos), Lévi-Strauss, Barthes, Bateson, en fin, Freud y Jacques Lacan » (Óscar Masotta, « La literatura y el ‘hombre corriente’ » [1968], Conciencia y estructura, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010, p. 246). Sobre las similitudes de los trabajos críticos entre Barthes y Masotta, véase el artículo de Max Hidalgo, « Óscar Masotta y Roland Barthes. Homologías estructurales de una crítica de vanguardia », Criação e Crítica, nº 14, 2015, p. 27-42.

37Enrique Foffani, “Un fantasma recorre la crítica”, en Boletín de Reseñas Bibliográficas, Argentina, 30/9/2000, sp.

38Alberto Giordano, Roland Barthes. Literatura y poder, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 1995, p. 23.

39Nicolás Rosa, « Hipótesis sobre la relación entre la historia y la literatura argentina », dentro de Giordano, Alberto y Vázquez, María Celia, Las operaciones de la crítica, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 1998, p. 181.

40Adolfo Prieto, « Estructuralismo y después », Punto de Vista, Año XII, núm. 34, julio-sept. 1989, Buenos Aires, p. 22.

41Roland Barthes, « La littérature, aujourd’hui » [1961], Essais critiques, OC II, p. 420.

42María Teresa Gramuglio, « Las aventuras del orden », Los Libros, nº 3, sept. 1969, Buenos Aires.

43En 1978, Rosa publica un Léxico de lingüística y semiología en el que las referencias a Barthes son básicas para entender « a la literatura como un lenguaje-otro » en oposición a la herencia formalista que « define la especificidad del lenguaje llamado ‘poético’ como una desviación de la lengua referencial »; la literatura ya no va a tener « sólo una diferencia de grado », sino « de naturaleza ». En Nicolás Rosa, Léxico de lingüística y semiología, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1978, p. 73.

44Noé Jitrik reconoce haberse apoyado en los Essais critiques de Barthes para analizar la obra del escritor argentino Macedonio Fernández. En una entrevista realizada por Jorge Ariel Madrazo, Jitrik explica lo siguiente : « De lo que se trata es de ver qué sucede dentro de un texto: no meramente en la forma, ni en el mero mensaje. Es la imagen de Roland Barthes del texto como una esfera; ¿cómo se entra a una esfera? ¿Cómo conocerla? Como no hay esfera perfecta siempre se puede encontrar una irregularidad, un agujerito ». En Noé Jitrik, « Leer un texto como una música », entrevista de Jorge Ariel Madrazo, Atenea, nº 492, Concepción, 2005. Consultable en línea: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=s0718-04622005000200011&script=sci_arttext.

45Entrevista realizada Alberto Giordano en julio de 2014, en Rosario (Argentina).

46Nicolás Rosa, « Estos textos, estos restos » , en La letra argentina. Crítica 1970-2002, Buenos Aires, Santiago Arcos Editor, 2003, p. 8.

47Adolfo Prieto, ibid, p. 23.

48Roland Barthes, « De la science à la littérature » [1967], OC II, p. 1264.

49Josefina Ludmer, « Hacia la crítica » , Los libros, año 4, nº 28, sept. 1972, Buenos Aires, p. 5.

50Josefina Ludmer, p. 6.

51Adolfo Prieto, p. 24.

52Noé Jitrik, 1999, p. 31.

53Nicolás Rosa, 2003, p. 7.

54Nicolás Rosa, 2003, p. 6.

55Alberto Giordano, Roland Barthes. Literatura y poder, 1995, p. 42-43.

56Alberto Giordano, p. 41.

57Miguel Dalmaroni, « La moda y ‘la trampa del sentido común’. Sobre la operación Raymond Williams en Punto de Vista », en Giordano, Alberto y Vázquez, María Celia, Las operaciones de la crítica, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, p. 39.

58Beatriz Sarlo, en Miguel Dalmaroni, p. 35-36.

59Beatriz Sarlo, « Raymond Williams: una relectura », Punto de Vista, XVI, nº 45, abril 1993, p. 13.

60Miguel Dalmaroni, p. 39.

61Jorge Panesi, « Las operaciones de la crítica: el largo aliento », en Giordano, Alberto y Vázquez, María Celia, Las operaciones de la crítica, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 1998, p. 11.

62En este ensayo, para leer la moda juvenil, Sarlo adopta el concepto barthesiano de estilema: « Madonna es un desafío original porque adopta la moda retro sin incorporarle estilemas juveniles », en B. Sarlo, Escenas de la vida posmoderna [1994], Barcelona, Emecé, Seix Barral, 2004, p. 39.

63Dalmaroni, p. 40.

64Beatriz Sarlo, « Roland Barthes: una biografía imposible » [1981], en Plan de operaciones: Sobre Borges, Benjamin, Barthes y Sontag, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2013, p. 25.

65Beatriz Sarlo, « Barthesianos de por vida » [2004], en Plan de operaciones: Sobre Borges, Benjamin, Barthes y Sontag, ibid, p. 11.

66Beatriz Sarlo, « Clío revisitada », Punto de vista, año IX, nº 28, 1986, p. 24.

67Beatriz Sarlo, 1986, p. 25.

68Roland Barthes, Sur Racine [1962], OCII, p. 194.

69Horacio González, en Alberto Giordano, ibid, 1998, p. 28.

70Luis Gregorich, « Barthes y el placer de la ciencia », Literatura y homosexualidad, Buenos Aires, Legasa, 1985, p. 25.

71Roland Barthes, « Qu’est-ce que la critique? » [1963], Essais critiques, OCII, p. 597.

72Óscar Steinberg, « La anáfora Barthes », en Dalmasso, María T. y Arán, Pampa (editoras), La semiótica de los 60/70. Sus proyecciones en la actualidad, Córdoba, UNC, 2008, p. 21.

73Roland Barthes, « La mort de l'auteur » [1968], OCIII, p. 45.